viernes, 31 de mayo de 2013


TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 18 seleccionado:


--  Quiero más.

--Yo también. Vamos a hacer una cosa: esperamos una hora y, si no lo echamos, nos servimos más.

--De acuerdo. Va a ser una hora muy larga.

--Quizá no tanto --responde él--. ¿Qué estabas diciendo justo antes de que llegase la comida? Algo sobre no tener... competencia..., que soy lo mejor que te ha pasado...

--No recuerdo haber dicho eso último --digo, esperando que aquí esté demasiado oscuro para que las cámaras recojan mi rubor.

--Ah, es verdad, eso era lo que estaba pensando yo. Ven aquí, me estoy helando.

Le hago sitio dentro del saco y nos sentamos con la espalda apoyada en la pared de la cueva, yo con la cabeza sobre su hombro, él rodeándome con los brazos. Noto cómo si Haymitch me diese un codazo para que siga con la actuación.



--Entonces, ¿ni siquiera te has fijado en las otras chicas desde que teníamos cinco años?

--Me fijaba en casi todas, pero tú eras la única que me dejaba huella.

--Seguro que a tus padres les encantaba que te gustase una chica de la Veta.

--No mucho, pero no me importaba nada. De todos modos, si volvemos, ya no serás una chica de la Veta, serás una chica de la Aldea de los Vencedores.

Es cierto, si ganamos nos darán una casa a cada uno en la parte de la ciudad reservada para los vencedores de los Juegos del Hambre. Hace tiempo, cuando empezaron los juegos, el Capitolio construyó una docena de casas elegantes en cada distrito. En el nuestro, obviamente, sólo una estaba ocupada; en la mayoría no había vivido nadie. En ese momento, se me ocurre una idea inquietante.

--Entonces... ¡nuestro único vecino será Haymitch!

--Ah, será maravilloso --responde Peeta, abrazándome con fuerza--: Haymitch, tú y yo. Y muy acogedor: picnics, cumpleaños, largas noches de invierno junto al fuego recordando viejas historias de los Juegos del Hambre...

--¡Te lo dije, me odia! --exclamo, pero no puedo evitar reírme de ver a Haymitch convertido en mi nuevo amigo.

--Sólo a veces. Cuando está sobrio, no lo he oído decir ni una cosa negativa sobre ti.

--¡Si nunca está sobrio!

--Claro, ¿en qué estaría pensando? Ah, sí, es Cinna el que te quiere, más que nada porque no intentaste huir cuando te prendió fuego. Por otro lado, Haymitch... Bueno, si fuera tú, lo evitaría en todo momento. Te odia.

--Creía que habías dicho que yo era su favorita.


--A mí me odia todavía más. No creo que la gente, en general, sea lo suyo. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 17 seleccionado:


--Peeta --digo, como si nada--, en la entrevista dijiste que estás enamorado de mí desde que tienes uso de razón. ¿Cuándo empezó esa razón?

--Bueno, a ver... Supongo que el primer día de clase. Teníamos cinco años y tú llevabas un vestido de cuadros rojos y el pelo..., el pelo recogido en dos trenzas, en vez de una. Mi padre te señaló cuando esperábamos para ponernos en fila.

--¿Tu padre? ¿Por qué?

--Me dijo: «¿Ves esa niñita? Quería casarme con su madre, pero ella huyó con un minero».

--¿Qué? ¡Te lo estás inventando!

--No, es completamente cierto. Y yo respondí: «¿Un minero? ¿Por qué quería un minero si te tenía a ti?». Y él respondió: «Porque cuando él canta... hasta los pájaros se detienen a escuchar».

--Eso es verdad, lo hacen. Es decir, lo hacían --digo.

Pensar en el panadero diciéndole eso a Peeta me desconcierta y, ante mi sorpresa, me emociona. Me parece que mi renuencia a cantar, la forma en que rechazo la música no se debe en realidad a que lo considere una pérdida de tiempo. Podría ser porque me recuerda demasiado a mi padre.

--Así que, ese día, en la clase de música, la maestra preguntó quién se sabía la canción del valle. Tú levantaste la mano como una bala. Ella te puso de pie sobre un taburete y te hizo cantarla para nosotros. Te juro que todos los pájaros de fuera se callaron.

--Venga ya --repuse, riéndome.

--No, de verdad. Y, justo cuando terminó la canción, lo supe: estaba perdido, igual que tu madre. Después, durante los once años siguientes, intenté reunir el valor suficiente para hablar contigo.

--Sin mucho éxito.

--Sin mucho éxito. Así que, en cierto modo, el que saliese mi nombre en la cosecha fue un golpe de buena suerte.

Durante un instante siento una alegría casi absurda y después no entiendo nada, porque se supone que estamos inventándonos estas cosas, fingiendo estar enamorados, no estándolo de verdad.

Pero lo que cuenta Peeta suena a verdad: la parte sobre mi padre y los pájaros, y es cierto que canté el primer día del colegio, aunque no recuerdo la canción. Y ese vestido de cuadros rojos... existía, lo heredó Prim y acabó tan desgastado que quedó hecho trizas después de la muerte de mi padre.
Eso también explicaría otra cosa: por qué Peeta se arriesgó a una paliza por darme el pan aquel horrible día. Entonces, si todos los detalles son ciertos..., ¿podría serlo lo demás?

--Tienes una... memoria asombrosa --comento, vacilante.

--Lo recuerdo todo sobre ti --responde él, poniéndome un mechón suelto detrás de la oreja--. Eras la única que no se daba cuenta.

--Ahora sí.

--Bueno, aquí no tengo mucha competencia.

Quiero retirarme, cerrar de nuevo las compuestas, pero sé que no puedo, es como si oyese a Haymitch susurrándome al oído: «¡Dilo, dilo!». Así que trago saliva y me arranco las palabras.

--No tienes mucha competencia en ninguna parte.

Esta vez, soy yo la que se inclina para besarlo.

Apenas se han tocado nuestros labios cuando el estruendo del exterior nos sobresalta. Saco el arco, con la flecha lista para disparar, pero no se oye nada más. Peeta se asoma entre las rocas y da un salto; antes de que pueda detenerlo, sale a la lluvia y me pasa algo, un paracaídas plateado atado a una cesta. La abro de inmediato y dentro hay un banquete: panecillos recién hechos, queso de cabra, manzanas y, lo mejor, una sopera llena de aquel increíble estofado de cordero con arroz salvaje, el mismo plato del que le hablé a Caesar Flickerman cuando me preguntó por lo que más me había impresionado del Capitolio.

--Supongo que Haymitch por fin se ha hartado de vernos morir de hambre --comenta Peeta al meterse en la cueva, con el rostro iluminado como el sol.

--Supongo.


Sin embargo, en mi cabeza oigo las palabras engreídas, aunque ligeramente exasperadas, de Haymitch: «Sí, eso es lo que busco, preciosa». 

martes, 28 de mayo de 2013


TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:



Primer libro

Momento 16 seleccionado:

--Quizás haya un arbusto del pan en ese campo --digo--. Quizá por eso Thresh parece mejor alimentado ahora que cuando empezaron los juegos.

--O eso, o tiene unos patrocinadores muy generosos --responde Peeta--. Me pregunto qué tendríamos que hacer para que Haymitch nos enviase un poco de pan.

Arqueo las cejas antes de recordar que él no sabe nada del mensaje que nos envió Haymitch hace un par de noches: un beso equivale a una olla de caldo. Tampoco es algo que pueda soltar sin más, porque decirlo en voz alta haría al público sospechar que nos inventamos nuestro romance para granjearnos sus simpatías, y eso no nos daría nada de comer. Tengo que volver a poner las cosas en su sitio de un modo que resulte creíble. Algo sencillo, para empezar. Le estrecho una mano.

--Bueno, probablemente gastó muchos recursos para ayudarme a dejarte fuera de combate --comento, en tono travieso.

--Sí, en cuanto a eso --responde él, entrelazando sus dedos con los míos--, no se te ocurra volver a hacerlo.

--¿O qué?

--O..., o... --No se le ocurre nada bueno--. Espera, dame un minuto.

--¿Hay algún problema? --pregunto, sonriendo.

--El problema es que los dos seguimos vivos, lo que, en tu cabeza, refuerza la idea de que hiciste lo correcto.

--Sí que hice lo correcto.

--¡No! ¡No lo hagas, Katniss! --Me aprieta la mano con fuerza, haciéndome daño, y noto por su voz que está enfadado de verdad--. No mueras por mí. No me harías ningún favor, ¿de acuerdo?

--Quizá también lo hice por mí, Peeta --respondo; aunque me sorprende su intensidad, entiendo que es una oportunidad excelente para conseguir comida, así que intento seguirle el rollo--. Quizá lo hice por mí, Peeta, ¿se te había ocurrido pensarlo? Quizá no eres el único que..., que se preocupa por... qué pasaría si...

Estoy mascullando, las palabras no se me dan tan bien como a Peeta, y, mientras hablo, la idea de perderlo de verdad vuelve a golpearme y me doy cuenta de lo mucho que me dolería su muerte. No es sólo por los patrocinadores, no es por lo que pasaría al volver a casa y no es que no quiera estar sola; es él, no quiero perder al chico del pan.

--¿Qué pasaría si qué, Katniss? --me pregunta, en voz baja.
Ojalá pudiera cerrar las compuertas, bloquear este momento y ponerlo fuera del alcance de los entrometidos ojos de Panem, aunque significara perder comida. Lo que yo sienta es asunto mío.

--Ésa es la clase de tema que Haymitch me dijo que evitara --respondo, a la evasiva, aunque Haymitch nunca me haya dicho nada parecido. De hecho, seguramente me está maldiciendo a voces por soltar la pelota en un momento con tanta carga emotiva. Pero, de algún modo, Peeta recoge la pelota.

--Entonces tendré que rellenar los huecos yo solo --dice, acercándose.
Es el primer beso del que ambos somos plenamente conscientes. Ninguno está debilitado por la enfermedad o el dolor, ni tampoco desmayado; no nos arden los labios de fiebre ni de frío. Es el primer beso que de verdad hace que se me agite algo en el pecho, algo cálido y curioso. Es el primer beso que me hace desear un segundo.




Sin embargo, el segundo beso no llega. Bueno, sí, pero no es más que un besito en la punta de la nariz, porque Peeta se ha distraído con algo.

--Creo que tu herida vuelve a sangrar. Venga, túmbate. De todos modos, es hora de dormir.

Ya tengo los calcetines bastante secos, así que me los pongo y obligo a Peeta a ponerse de nuevo su chaqueta, porque es como si el frío húmedo se me metiese en los huesos y él debe de estar helado. Además, insisto en hacer el primer turno de guardia, aunque ninguno de los dos creemos que alguien aparezca con este tiempo. No obstante, él sólo acepta a condición de que yo también me meta en el saco, y tiemblo tanto que no tendría sentido negarme. A diferencia de hace dos noches, cuando notaba que Peeta estaba a varios kilómetros de mí, ahora mismo me abruma su proximidad. Cuando nos tumbamos, él me baja la cabeza para que use su brazo de almohada, mientras me pone encima el otro brazo, como si deseara protegerme, incluso dormido. Hace mucho tiempo que nadie me abraza así; desde que mi padre murió y dejé de confiar en mi madre, ningún brazo me ha hecho sentir tan a salvo. 

lunes, 27 de mayo de 2013


TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 15 seleccionado:

--¿Qué te pasa? --me pregunta Peeta, mirándome con cara de preocupación--. ¿Te duele mucho?

Le doy otra respuesta que, aun siendo cierta, puede interpretarse como un breve momento de debilidad, en vez de algo más radical.

--Quiero irme a casa, Peeta --le digo en tono lastimero, como una niña pequeña.

--Te irás, te lo prometo --responde él, y se inclina para darme un beso.

--Quiero irme ahora.

--Vamos a hacer una cosa: duérmete y sueña con casa; antes de que te des cuenta, estarás allí de verdad, ¿vale?

--Vale --susurro--. Despiértame si necesitas que monte guardia.

--Yo estoy bien y descansado, gracias a Haymitch y a ti. Además, ¿quién sabe cuánto durará esto? 



jueves, 23 de mayo de 2013



TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 14 seleccionado:





--¿El pan? ¿Qué? ¿De cuando éramos niños? --pregunta--. Creo que podemos olvidarlo. Es decir, acabas de revivirme.

--Pero no me conocías. No habíamos hablado nunca. Además, el primer regalo siempre es el más difícil de pagar. Ni siquiera estaría aquí para salvarte si tú no me hubieses ayudado entonces. De todos modos, ¿por qué lo hiciste?

--¿Por qué? Ya lo sabes --responde Peeta, y yo sacudo un poco la cabeza, aunque me duele--. Haymitch decía que costaría mucho convencerte.

--¿Haymitch? ¿Qué tiene que ver con esto?

--Nada. Entonces, Cato y Thresh, ¿eh? Supongo que sería mucho pedir que se matasen entre ellos. 




TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 13 seleccionado:

No sé cómo, pero consigo llegar a la cueva; me meto entre las rocas y, a la escasa luz, me quito la mochilita naranja del brazo, corto el cierre y tiro el contenido al suelo: una caja delgada con una aguja hipodérmica. Sin vacilar, le meto la aguja a Peeta en el brazo y presiono el émbolo poco a poco.



miércoles, 22 de mayo de 2013


TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 12 seleccionado:

 --Qué mal mientes, Katniss, no sé cómo has sobrevivido tanto tiempo. --Empieza a imitarme--. «Sabía que esa cabra era una mina de oro. Estás un poco más fresco. Claro que no voy.» --Sacude la cabeza--. Será mejor que no te dediques a las cartas, porque perderías hasta la camisa.

--Vale, sí que voy, ¡y no puedes detenerme! --exclamo, con la cara roja de rabia.

--Puedo seguirte, al menos un trecho. Quizá no llegue a la Cornucopia, pero, si voy detrás de ti gritando tu nombre, seguro que alguien me encuentra. Así moriré, y punto.

--No podrías recorrer ni cien metros con esa pierna.

--Entonces, me arrastraré. Si tú vas, yo voy.

--¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Sentarme a verte morir? --digo, porque tiene que saber que no es una opción, que la audiencia me odiaría y, sinceramente, yo también me odiaría si ni siquiera lo intentara.



--No me moriré, te lo prometo, si tú me prometes que no irás.

--Entonces tendrás que hacer lo que te diga, beberte el agua, despertarme cuando te lo pida y comerte toda la sopa, ¡aunque esté asquerosa!

--De acuerdo. ¿Está ya?

--Espera aquí. 



TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 11 seleccionado:





--Sí, claro que me refería a eso, no a la inmensa alegría que le diste a tu hermana, a la que quieres tanto que ocupaste su lugar en la cosecha --dice Peeta, en tono irónico.

--La cabra se ha amortizado con creces --insisto, con aire de superioridad.

--Bueno, no se atrevería a lo contrario, teniendo en cuenta que le salvaste la vida. Pretendo hacer lo mismo.

--¿De verdad? ¿Y cuánto decías que me has costado?

--Muchos problemas. No te preocupes, te lo pagaré con intereses.

--No dices más que tonterías --respondo, y le toco la frente. La fiebre no hace más que subir--. Aunque estás un poco más fresco. 

martes, 21 de mayo de 2013



TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 10 seleccionado:

--Peeta, se suponía que ibas a despertarme en un par de horas.

--¿Para qué? Aquí no ha pasado nada. Además, me gusta verte dormir; no frunces el ceño, lo que mejora mucho tu aspecto. 



TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 9 seleccionado:

--Duérmete --me dice en voz baja, y me aparta los mechones de pelo que me caen sobre la frente. A diferencia de los besos y caricias de mentira que nos hemos dado hasta ahora, este gesto resulta natural y tranquilizador. No quiero que se pare, y él no lo hace; me sigue acariciando el pelo hasta que me quedo dormida.






TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 8 seleccionado

--Mejor que ayer. Esto es mucho mejor que el lodo: ropa limpia, medicinas, un saco de dormir... y tú.

Ah, vale, volvemos al tema del romance. Le toco la mejilla, y él me coge la mano y se la lleva a los labios. Recuerdo que eso mismo hacía mi padre con mi madre y me pregunto dónde lo habrá visto Peeta, porque seguro que no ha sido entre su padre y esa bruja con la que se casó.

--Se acabaron los besos hasta que comas --le digo.

Lo ayudo a apoyar la espalda en la pared y él se traga obedientemente las cucharadas de papilla de bayas que le doy, aunque otra vez se niega a probar el granso.

--No has dormido --me dice.

--Estoy bien --respondo, a pesar de que me encuentro agotada.

--Duerme un poco. Yo vigilaré. Te despierto si pasa algo. Katniss --sigue diciendo, al verme vacilar--, no puedes estar despierta para siempre. 





viernes, 17 de mayo de 2013



TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento seleccionado 7:

Al final me doy por vencida y me meto en el saco de dormir con Peeta. Está calentito y me acurruco con gusto hasta que me doy cuenta de que está algo más que calentito: es un horno, porque el saco está reflejando la fiebre de Peeta.






TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 6 seleccionado:

--¡Peeta! --exclamo, intentando poner aquel tono especial que usaba mi madre con mi padre. Se ha dormido otra vez, pero lo despierto con un beso, lo que parece sorprenderlo. Después sonríe, como si se alegrara de estar allí tumbado y poder mirarme por los siglos de los siglos. Se le dan bien estas cosas. Yo sostengo la olla en alto--. Peeta, mira lo que te ha enviado Haymitch.

Me paso una hora tratando de convencer a Peeta para que se trague el caldo, suplicándole, amenazándole y, sí, besándolo, hasta que al final, sorbito a sorbito, vacía la olla.



jueves, 16 de mayo de 2013



TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento seleccionado 5:





--Katniss --me llama. Me vuelvo y le aparto el pelo de los ojos--. Gracias por encontrarme.

--Tú lo habrías hecho de ser al contrario --respondo.

Tiene la frente ardiendo, como si la medicina no tuviese efecto. De repente, sin más, me asusta que se muera.

--Sí. Mira, si no regreso... --empieza.

--No digas eso, no he sacado todo ese pus para nada.

--Lo sé, pero, por si acaso... --intenta seguir.

--No, Peeta, ni siquiera quiero hablar del tema --insisto, poniéndole los dedos en los labios para callarlo.

--Pero...



Siguiendo un impulso, me inclino y lo beso para que deje de hablar. De todos modos, es algo que seguramente tendría que haber hecho ya, puesto que, como bien dijo, se supone que estamos locamente enamorados. Es la primera vez que beso a un chico e imagino que tendría que causarme alguna impresión, pero sólo noto que sus labios tienen una temperatura poco natural por culpa de la fiebre. Me aparto y lo arropo con el borde del saco.



--No te vas a morir. Te lo prohibo, ¿vale?

--Vale --susurra él. 




TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento seleccionado 4:





--¿Y ahora qué, doctora Everdeen? --pregunta Peeta.

--Puedo ponerle un poco de pomada para las quemaduras. Creo que ayudaría con la infección. ¿Lo vendo? --Lo hago y todo parece mucho más manejable cuando está cubierto de algodón blanco y limpio, aunque, comparado con la venda estéril, el borde de sus calzoncillos parece sucio y lleno de bacterias. Saco la mochila de Rue--. Toma, cúbrete con esto y te lavo los calzoncillos.

--Oh, no me importa que me veas.

--Eres como el resto de mi familia. A mí sí me importa, ¿vale?

miércoles, 15 de mayo de 2013



TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacables entre Katniss y Peeta:


Primer libro

Momento 3 seleccionado:

--¿Katniss? --dice Peeta. Lo miro a los ojos y sé que debo de tener la cara verde--. ¿Y ese beso? --me dice moviendo los labios, pero sin emitir sonido alguno. Me echo a reír, porque todo esto es tan asqueroso que no puedo soportarlo--. ¿Va todo bien? --me pregunta, en un tono más inocente de lo normal.

--Es que..., es que no se me dan bien estas cosas. No tengo ni idea de qué estoy haciendo y odio el pus. ¡Puaj! --Me permito exclamar mientras limpio la primera ronda de hojas y aplico la segunda--. ¡Puaaaaj! 




martes, 14 de mayo de 2013




TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

 Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro


Momento 2 seleccionado:







--Primero, acércate un momento, que tengo que decirte una cosa. --Me inclino sobre él y acerco el oído bueno a sus labios, que me hacen cosquillas cuando me susurra:
-- Recuerda que estamos locamente enamorados, así que puedes besarme cuando quieras.
--Gracias --respondo, apartando la cabeza de golpe, pero sin poder evitar reírme--. Lo tendré en cuenta. 





TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

 Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Primer libro 


Momento 1:


Me paso aturdida la primera parte de la entrevista de Peeta, aunque veo que tiene al público en sus manos desde el principio; los oigo reír y gritar. Está utilizando lo de ser el hijo del panadero para comparar a los tributos con los panes de sus distritos. Después cuenta una anécdota divertida sobre los peligros de las duchas del Capitolio. 







Dime, ¿todavía huelo a rosas? -le pregunta a Caesar, y después se pasan un rato olisqueándose por turnos, lo que hace que todos se partan de risa. Empiezo a recuperar la concentración cuando Caesar le pregunta si tiene una novia en casa.

Peeta vacila y después sacude la cabeza, aunque no muy convencido.





- ¿Un chico guapo como tú? Tiene que haber una chica especial. Venga, ¿cómo se llama?

- Bueno, hay una chica -responde él, suspirando-. Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy bastante seguro de que ella no sabía nada de mí hasta la cosecha.

La multitud expresa su simpatía: comprenden lo que es un amor no correspondido.

-¿Tiene a otro?

- No lo sé, aunque les gusta a muchos chicos.

- Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así no podrá rechazarte, ¿eh? -lo anima Caesar.

Creo que no funcionaría. Ganar... no ayudará, en mi caso.





¿Por qué no? -pregunta Caesar, perplejo.

Porque... -empieza a balbucear Peeta, ruborizándose-. Porque... ella está aquí conmigo.

Durante un momento, las cámaras se quedan clavadas en la mirada cabizbaja de Peeta, mientras todos asimilan lo que acaba de decir. Después veo mi cara, boquiabierta, con una mezcla de sorpresa y protesta, ampliada en todas las pantallas: ¡soy yo! ¡Dios mío, se refiere a mí! Aprieto los labios y miro al suelo, esperando esconder así las emociones que empiezan a hervirme dentro.

Vaya, eso sí que es mala suerte -dice Caesar, y parece sentirlo de verdad.

La multitud le da la razón en sus murmullos y unos cuantos han soltado grititos de angustia.

No es bueno, no -coincide Peeta.

En fin, nadie puede culparte por ello, es difícil no enamorarse de esa jovencita. ¿Ella no lo sabía?

Hasta ahora, no -responde Peeta, sacudiendo la cabeza.
Me atrevo a mirar un segundo a la pantalla, lo bastante para comprobar que mi rubor es perfectamente visible.

¿No les gustaría sacarla de nuevo al escenario para obtener una respuesta? -pregunta Caesar a la audiencia, que responde con gritos afirmativos-. Por desgracia, las reglas son las reglas, y el tiempo de Katniss Everdeen ha terminado. Bueno, te deseo la mejor de las suertes, Peeta Mellark, y creo que hablo por todo Panem cuando digo que te llevamos en el corazón.

El rugido de la multitud es ensordecedor; Peeta nos ha borrado a todos del mapa al declarar su amor por mí. Cuando el público por fin se calla, mi compañero murmura un «gracias» y regresa a su asiento. Nos levantamos para el himno; yo tengo que alzar la cabeza, porque es una muestra de respeto obligatoria, y no puedo evitar ver que en todas las pantallas aparece una imagen de nosotros dos, separados por unos cuantos metros que, en las mentes de los espectadores, deben de parecer insalvables. Pobre pareja trágica.

Sin embargo, yo sé la verdad.



lunes, 13 de mayo de 2013

Primera entrada:

Este blog ha sido creado para comentar las experiencias con los libros, comentar el el "buen" o "mal" sabor de boca que nos pueden dejar. En definitiva, compartir las opiniones de los libros que leemos.

       


SIN SPOILERS

La primera experiencia que dejo del mundo de los libros, es la de Princesa Mecánica, tercer libro de la saga de los orígenes de Cassandra Clare. Y ¿qué decir?... Pues que es el libro que necesitaba la saga para culminar su llegada a la cima.

La historia va dando giros completamente inesperados. Suceden cosas que en ningún momento pensé que podían ocurrir. Se alcanza una visión más clara de la personalidad de los personajes, descubrimos "su verdadera personalidad", cómo son realmente. Tessa, Will, Jem...

El epílogo, EL EPÍLOGO es perfecto. Emocionante, deja las emociones del lector a flor de piel. Aunque te deja con ganas de saber más sobre sus personajes, es el final que se merece.

Libro que recomiendo rotundamente.