TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE
Momentos destacados entre Katniss y Peeta:
Tercer
libro
Momento 6 EXTRA seleccionado (de elaboración propia): aproximación de los personajes más progresiva que en el libro.
Cada vez estoy más convencida de que he perdido al anterior Peeta, el que me reconfortaba en sus brazos, y mostraba mejor sus sentimientos..., pero claro, este Peeta ya no tiene sentimientos, el Capitolio lo ha cambiado, no puedo esperar una respuesta tan humana de su parte. Su límite consiste en impedir que finalmente acabasen o yo misma terminase con mi trágica vida, no se le pude pedir más. Tengo que reconocer que ese es un pequeño gran cambio a lo que respecta el Peeta rescatado con el que votó por el fin de los Juegos del Hambre, aunque siga esquivando mi mirada la mayoría de las veces.
Los días van pasando de forma mecánica: yo salgo
a cazar, Peeta viene a cenar a casa lo que Sae cocina.. manteniendo una
conversación muy superficial, variando el tema desde el tiempo a como van las
cosas por el Distrito 12, sin librarse el tema de los seres queridos que ambos
hemos perdido. Ver ese pan de Peeta sobre la mesa refresca el código del pan,
algo imborrable.
Cada vez estoy más convencida de que he perdido al anterior Peeta, el que me reconfortaba en sus brazos, y mostraba mejor sus sentimientos..., pero claro, este Peeta ya no tiene sentimientos, el Capitolio lo ha cambiado, no puedo esperar una respuesta tan humana de su parte. Su límite consiste en impedir que finalmente acabasen o yo misma terminase con mi trágica vida, no se le pude pedir más. Tengo que reconocer que ese es un pequeño gran cambio a lo que respecta el Peeta rescatado con el que votó por el fin de los Juegos del Hambre, aunque siga esquivando mi mirada la mayoría de las veces.
Estoy cansada, el día ha sido muy largo, sigo
echando de menos a mi familia. Sólo hay una cosa en mi cuarto que pueda
reconfortarme, trasladarme a otro tiempo mejor, dónde mi única meta era
mantenerle con vida: la perla de Peeta.
Llego a mi cuarto y cierro la puerta. Me dirijo
al primer cajón de la mesita de noche, saco la perla y me tumbo con ella en mi
cama. Cierro los ojos. Paso la perla por mis labios, recordando su tacto.
Recordando el tacto de los labios de Peeta.
Un sonido me saca de mi mundo creado
alternativo. Una puerta al cerrarse.
- !Ah, eres tú, Peeta!
- Sí. Vengo a traerte la medicina para dormir.
Sae me pidió que te la subiera.
- Gracias. Déjala sobre la mesita de noche -me
siento en la cama apoyando mi espalda en la pared, Peeta ve la perla en mi
mano, mantiene su mirada en ella-.
- Esa es la perla que te regalé, ¿real o no?
- Real -contesto alzando mi mano
para mostrársela más cerca de sus ojos-.
Mira mi cara y la perla a intervalos. Por la
expresión de su cara, está intentando entender algo, no sé que será. Quizás
hayan alterado su recuerdo. Finalmente decide volver a hablar:
- Antes de entrar no piqué a la puerta por si
estabas dormida, para no despertarte. Abrí suave. Te vi deslizando esa perla
por tus labios. ¿Por qué?
- Porque... -no sé como responder a esta
pregunta, me ha pillado desprevenida, de sorpresa. Cómo se lo puedo explicar.
Pude que haya algún recuerdo distorsionado que le haga dudar de mi
credibilidad. Y para qué. Qué puedo conseguir. Con una débil voz
continuo.- ... porque... el roce de la perla me recuerda el tacto de tus
labios -le miro a los ojos. No sé qué veo en ellos: duda, indiferencia, algo
que no tiene sentido como que la lluvia no moje-.
No sé cómo hacer que él lo entienda, y a mí no
es a la que se le da bien explicarse, el poder de las palabras siempre ha sido
suyo.
- …¿Echas de menos el tacto de mis labios?...
–pregunta con incredulidad.
- No he sido siempre consciente de la forma en
que los necesitaba, te necesitaba, de eso me he dado cuenta cuando te he
perdido, cuando el capitolio te ha distanciado en todas las perspectivas
posibles de mí.
- ¿Me necesitas? –pregunta con menos cara de
póker.
- Te necesito –miro sus labios, dejo la mirada
fija en ellos, qué fácil habría sido todo en otro momento, cuando sólo me
dejaba llevar, siempre estaba ahí-.
Poco a poco me voy acercando a esos labios,
Peeta no se aparata, la distancia se va acortando y nuestros labios se
fusionan. Soy yo la que empieza el beso, pero Peeta responde a él, aumentando
progresivamente la intensidad. En un breve instante se paraliza, se agarra
fuertemente al cabecero de la cama y yo le acaricio suavemente la cara para que
vuelva poco a poco a esta realidad.
Sus ojos vuelven a la normalidad. Es Peeta quien ahora
inicia el beso, con más ferocidad que el anterior. Yo no me detengo ni
disminuyo la intensidad. Vuelvo a sentir ese hambre que sentí en la cueva, en
la arena del Vasallaje de los 25 y ahora no hay nada ni nadie que nos detenga.
Peeta inclina su cuerpo sobre el mío que termina en la cama.
Sigue besándome, yo respondo a sus besos, no quiero que termine. Su boca
comienza a deslizarse hacia abajo, hacia la clavícula, me quita la camiseta, sus
labios siguen su camino desde mi esternón hasta mi abdomen.
Yo le quito su camiseta y el termina quitándose el resto de
la ropa que cubre su cuerpo. Vuelvo a besar esos dulces y ardientes labios. La
temperatura no para de subir y gimo su nombre en su garganta. Desabrocha el botón
de mis pantalones, me libero del resto de mi ropa y terminamos entrelazados
sobre mi cama.
Los besos no nos sacian ni a él ni a mí, tenemos hambre de más,
necesitamos más el uno del otro. Peeta coloca su cuerpo sobre el mío y juntos
iniciamos a mostrar de otra forma lo que sentimos.
A la
mañana siguiente lo primero que veo al abrir los ojos es su radiante sonrisa. Yo
le doy un beso tierno en la mejilla, me abrazo más a su cuerpo y el acaricia mi
pelo.
Es una
sensación tan agradable. Si no es felicidad, al menos, es muy parecida. Este es
uno de esos momentos en los que quisiera vivir para siempre.
Así que después, cuando él susurra:
―Tú me amas.¿ Real o no real?
Le digo:
―Real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario